en redoblar el maullido de un violín?
Luigi Russolo, “El arte de los ruidos” (1913)
No obstante ser Pratella el compositor inicialmente apadrinado por el futurismo,
fue otro personaje quién generó una estética musical propia con la que
popularmente se identificó la música futurista. No se trata de un músico, sino
del pintor Luigi Russolo (1885-1947),
quién impresionado por un concierto de música futurista que dio Pratella, le
dirigió a este en una carta el manifiesto de “El arte de los Ruidos” (1913).
En dicho manifiesto, Russolo comienza haciendo un
repaso en la Historia de la música poniendo el acento en el hecho de que, ya en
los orígenes de esta, el sonido se concibió como cosa en sí, como algo divino y
elevado. La música no pertenecía a la vida sino que era ajena a ella; las
experiencias sonoras de la cotidianidad eran consideradas no-musicales y por
tanto, despreciadas. Debido a esta temprana concepción de lo que es música,
toda la Historia posterior respecto a su desarrollo estaba relegada a un
progreso lento y limitado. Ya en la antigüedad se establece la sistematización
matemática de los sonidos-musicales cerrando el cerco a una sonoridad
determinada y mesurada.
La necesidad de superar estas nociones nace de la
búsqueda de nuevos sonidos y de la creciente omnipresencia del ruido en la vida
moderna. El ruido, según Russolo, nace con la invención de las máquinas, en la
Revolución Industrial. Previamente al siglo diecinueve sólo había silencio, ya
que los ruidos que pueda provocar la naturaleza son pocos (apenas contempla
como ruido los de una tormenta o de una cascada). En ese sentido el ruido debe
entenderse como un producto meramente humano y estrechamente relacionado con el
desarrollo de la tecnología y la industria. Queda clara aquí la marca del
pensamiento futurista puesto en relación a la música en un sentido que Pratella
no había contemplado; el desarrollo tecnológico es desencadenante del
desarrollo de la música e incluso el desarrollo del oído humano.
Russolo ve un proceso lógico en el cual era necesaria
toda la evolución musical anterior para preparar el oído para apreciar nuevas
sensaciones acústicas, más disonantes, estridentes y diferentes entre sí que
resultan de la introducción del ruido en la música. De este modo, como Busoni,
Russolo no rechaza la evolución musical anterior pero entiende que este es el
momento en el que se rompen todas las limitaciones anteriores en este arte.
Introducir el ruido en la composición musical supone romper con la condición
espiritual, divina, que se le otorgaba a la música. El ruido remite
directamente a la vida, pues se encuentra en el mundo de lo cotidiano, sin
estar necesariamente dentro
A partir de esta nueva concepción más amplia de la
música, el hecho de recurrir a la sonoridad tradicional implica, para Russolo,
insistir en el lento progreso de la música, siendo en sí una regresión. Con un
lenguaje no poco agresivo, Russolo lo expresa en estos términos:
No podemos contemplar el enorme aparato de fuerzas que representa una
orquesta moderna sin sentir la más profunda desilusión ante sus mezquinos
resultados acústicos. (…) Salgamos, puesto que no podremos frenar por mucho
tiempo en nosotros el deseo de crear al fin una nueva realidad musical, con una
amplia distribución de bofetadas sonoras, saltando con los pies juntos sobre
violines, pianos, contrabajos y órganos gemebundos. ¡Salgamos!
Luigi Russolo “El arte de los ruidos”
El resultado de todo ello es el RUIDO MUSCIAL (o
RUIDISMO), la introducción en la música del sonido-ruido, aquellos sonidos de
altura no definida, que no son puros, pero cuya variedad es infinita así como
su poder expresivo.
Russolo propone moldear estos ruidos, entonarlos y
regularlos armónicamente y rítmicamente sin con ello eliminar su naturaleza de
vibraciones irregulares, pues aquello que hace atractivo al sonido-ruido es
riqueza inagotable de variaciones acústicas que implica la accidentalidad en el
timbre.
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